04 de enero de 2025                                                                                                                                                                                                                                           Judit Vidal 

Prelude to Ecstasy (2024) de The Last Dinner Party

The Last Dinner Party son ese tipo de banda que, los que somos nostálgicos con según que tipo de música, echábamos de menos. En una época dónde triunfan temas vacíos y prefabricados que poco aportan a un arte milenario, una banda emergente del calibre de estas chicas de Londres con una estética tan marcada y un tratamiento del rock opera tan preciso, es de agradecer.

A pesar de que lo normal cuando formas un grupo es esperar mucho tiempo, a veces demasiado, a que encajes en la industria musical (si es que lo consigues); en el caso de Abigail Morris, Lizzie Maryland, Emily Roberts, Georgie Davies y Aurora Nischevi fue un proceso muy rápido. Ahí es dónde entra el punto controversial de la banda (los haters siempre encuentran algo) y la razón por la que han sido acusadas en ocasiones de ser un “industry plant”, significado que se les otorga a músicos que han conseguido la fama gracias a tener contactos en la farándula. Si bien esta información no se sabe a ciencia cierta, si se ha podido conocer que la vocalista, Abigail, cursó sus estudios en una escuela que cuesta más de 42.500 pounds el año, lo cuál da que pensar que su situación económica puede haber sido de ayuda. Sea como sea, tienen un talento indiscutible y una personalidad arrolladora necesaria para alcanzar el Top 1 de the UK Albums Charts cuando lanzaron su álbum debut Prelude to Ecstasy (2024).

Pero centrémonos en lo importante: quiénes son The Last Dinner Party y por qué es tan asombroso ese primer álbum. A pesar de llevar tan sólo cinco años en formación, lo cierto es que el quinteto cuenta con mucha experiencia en escenarios, ellas mismas se encargaron de focalizarse en mejorar el directo, ganando confianza y seguridad con sus instrumentos y su performance. El boca a boca y el moverse por todos los clubs de Londres les permitió firmar con Island Records a principios de 2022 e incluso llegar a abrir para los Rolling Stones en Hyde Park ese mismo año.

En abril de 2023 lanzaron su primer sencillo “Nothing Matters”, y en ese punto establecieron las bases de su éxito. Con una estética a caballo entre el barroco y el romanticismo, su música se coloca entre la opera rock y el indie rock. Analizando este primer tema, empieza con una melodía lenta que va ascendiendo con un sintetizador y una arpa de fondo que remarca ese estilo clásico que les define, pero sin perder el toque moderno con potentes riffs de guitarra y letras contemporáneas. En esa línea se mueve el resto del disco.

Ese verano empezaron a girar por festivales de la talla del Glastonbury y a ser invitadas a programas musicales reconocidos de Inglaterra. Ante ese nivel de expectación lanzaron más temas como “Sinner” con una letra espiritual que reivindica el sentirse juzgada por amar a alguien; y “My Lady of Mercy” quizá la más clara en cuanto a registro opera, con un final apoteósico y que supone el claro ejemplo de que tienen mucho que decir y talento de sobras para plasmarlo en su música.

“On Your Side” fue el cuarto sencillo, aún quedaría uno más, previo al álbum. El tema que más se asemeja a una balada y cuyo ritmo recuerda a los tiempos más conmemorados de Lana del Rey (quién aseguran les ha influenciado bastante). 

Finalmente, y a un mes de lanzar el disco, sacan el tercer tema del mismo: “Caesar on TV Screen” con un doble tempo que crea esa atmósfera melodramática y que contribuye a la narración de ese delirio de grandeza que sentimos de pequeños y que la vida se encarga de disminuir con el paso del tiempo.

En febrero sacan el resto de canciones con una magnífica  “Gjuha”, una especie de canto gregoriano de la teclista a su tristeza por no saber hablar su lengua materna, el albano; siendo esta canción una mezcla de demos grabadas de forma casual en el estudio.

Lo cierto es que el álbum no contiene un tema mediocre, ya que propuestas como la de “Portrait of Dead Girl”, con ese piano in crescendo y ese tono desgarrador de Morris pidiendo una noche más; la divertida y pegadiza “Burn Alive” o “Mirror”, que cierra el álbum con un inicio lento y marcado a lo Nick Cave, y un violín que enfatiza la poesía escondida detrás de una letra cruda y muy personal: I’m just a mirror/break my glass to fix your heart, son algunas de las razones de su magnetismo.

En conjunto, es un álbum que se asemeja a un diario personal, que narra los sentimientos acarreados de las vivencias más comunes y pasionales en la vida del ser humano como el amor, el desamor, el rechazo, la melancolía o la autoestima, por nombrar algunas. Hay un hilo conductor que enlaza los distintos temas propio de alguien con mucha proyección, con un estilo perfeccionista y una identidad muy definida de la que que esperemos no se alejen mucho para el siguiente trabajo. Si bien es cierto han dejado el listón tan alto solo en su primer álbum que tendrán que trabajar duro para mantenerlo o superarlo.

Como última recomendación, el cortometraje que sacaron hace solo unos meses para anunciar su álbum acústico (Prelude to Ecstasy: Acoustics and Covers (2024)) es espectacular, con una estética inmaculada y una fotografía excelente.