13 de agosto de 2024                                                                                                                                                                                                                                           Judit Vidal 

Se hizo la luz en el infierno

Se nos lleva el aire es el cuarto álbum de estudio de Robe en solitario que engancha como el primero y que sigue la línea melancólica e indomable de algunos de sus títulos más conocidos. Prueba de su excelencia es su número 1 en ventas las primeras semanas de su estreno.  

Con su ya consolidada formación de músicos: Álvaro Rodríguez Barroso (piano, hammond y productor de este disco), David Lerman (bajo, clarinete y coros), Carlitos Pérez (violín y coros), Lorenzo González (segunda voz), Alber Fuentes (batería y coros); y Woody Amores; fue lanzado bajo el sello de Dromedario Records, que ya produjeron sus otros tres álbumes de estudio, el pasado 15 de diciembre de 2023.  

El artista extremeño publicó un adelanto de lo que sería el disco lanzando Nada que perder en noviembre, con un mensaje claro y conciso que dejaba a la expectativa de lo que vendría.“Después de estos intensos meses metidos en la cueva, no os imagináis las ganas que tienen las canciones de ver la luz” declaraba la banda en su instagram.  

Las otras nueve canciones que saltaron en diciembre son igual de excepcionales que el sencillo, con un ritmo fugaz y pausado, entre el folk y el rock, que tanto caracteriza al grupo desde que empezaron con Lo que aletea en nuestras cabezas (2015).  

Es ya conocido el poder del cantautor para remover aquello más profundo y transformarlo en emoción (No puedo caer más bajo/ que vengo del fracaso), y sigue desnudándose con letras poéticas que no dejan indiferente a nadie, de la misma manera que se mantiene inamovible ante su dura crítica contra el sistema (Ojalá reviente el mundo y sus constantes) (Y este mundo está podrido entero, desequilibrado)  

Canciones como Viajando al interior o Puntos Suspensivos recogen el bagaje rabioso y puntero del artista, que podría recordar a sus tiempos con Extremoduro, pero que, sin embargo, se siente fresco. Con líneas crueles como: Juré no perder nunca la cabeza, no lo he cumplido; el primer tema redunda en coros decisivos, un solo de hammond en el momento perfecto y un deleitante violín que ya nos había emocionado en emocionantes temas anteriores del grupo como Nana Cruel (2015) o Dónde rompen las olas (2016). 

En cuanto a lo filosófico, el sencillo Nada que perder o Ininteligible (Mejor canción del año por Rockferéndum de La Heavy) denotan su consciencia ante los errores cometidos y su imposibilidad de evitar repetirlos. Con el amor como salvación para el final, para la nada, las letras hacen alusión a requerir sujeción a alguien o algo para mantenerse en pie en un incomprensible y cruel mundo.  

Con estas líneas, uno siempre siente estar leyendo el diario más personal del cantautor que, como él exponía en Hablando en Plata, “para un poeta, explicar sus propios temas es como prostituirse”. 

Son la suma del violín y el piano, la batería suave pero contundente, así como las pequeñas pausas instrumentales para respirar tan repetidas de la formación que marcan a este álbum como otra jugada maestra más de la banda. Un legado que crece sin parar y que no deja indiferente a nadie a pesar de llevar ya casi 10 años en carretera.  

Especial mención a la canción más larga del disco, El poder del arte, que se apoya en ese carácter políticamente incorrecto tan representativo de Robe y que recoge su viaje a los recuerdos, el pasado y la ayuda del amor para salir de los infiernos.  

El álbum termina con Esto no está pasando, el tema más corto y a la vez más rebelde y reivindicativo del disco que permite un cierre perfecto de otra obra maestra de Robe y sus músicos, quiénes no defraudan nunca. Prueba de ellos son las entradas agotadas en más de cinco lugares, por el momento, en la gira de este trabajo: Ni santos ni inocentes.