21 de diciembre de 2024 Judit Vidal
Crítica de The Black Parade (2006) de My Chemical Romance
Quizá una de las bandas más reconocibles y controvertidas del pop-rock, el rock progresivo o el rock alternativo de principios de los 2000 (evitando el concepto “emo” que tanto odian sus integrantes) sería My Chemical Romance.
La banda de New Jersey fue creada en septiembre de 2001, unos días después de que el cantante Gerard Way presenciara el atentado terrorista de las Torres Gemelas mientras trabajaba. Siendo este un punto de inflexión para el artista. Él mismo definió el momento como el fin del mundo y le obligó a plantearse lo efímero que puede ser nuestro paso por la tierra. Un pensamiento que marcó la música de la banda, que cabalga entre la rabia, el dolor y la ironía de vivir y morir. Una crudeza que no siempre fue bien recibida en la crítica y la sociedad en general. Hablaremos de ello más adelante.
Si bien la banda disfrutó de una buena respuesta en sus dos primeros álbumes, fue con el tercero que alcanzaron la fama internacional. The Black Parade (2006) fue producido por Rob Cavallo y lanzado por el sello Reprise Records. Arrasó con las ventas y alcanzó discos de platino y oro en distintos países. Actualmente forma parte de la lista de los mejores álbumes de la historia de la Rolling Stone.
The Black Parade (2006) contiene 14 canciones y es un disco claramente conceptual, con un personaje ficticio como protagonista llamado “The Pacient” (el paciente), un hombre con cáncer terminal. Él es el hilo conductor de una historia que se centra en explicar el viaje emocional de alguien que está a punto de fallecer, conociendo la muerte en forma de desfile. Una alegoría descrita y visualizada a la perfección en el que fue y es el sencillo más conocido de la banda, Welcome to the Black Parade.
En general, el disco hace distintos saltos emocionales desprendidos del coraje de seguir adelante, la tristeza de despedirse de la vida y no haber cumplido lo planeado o la furia de ser rechazado por parte de la sociedad, especialmente como adolescente con una personalidad en formación. Temas como Mama (con la especial participación de Liza Minelli), Teenagers o Dead! tienen ese toque más desgarrador y rabioso con fuertes guitarras y una voz muy enfadada de Gerard. Luego hay otros más melancólicos como Cancer o Disenchanted centrados más en acentuar la marcha hacia el paraíso con arpegios y coros marcados. Lo que no falta en ningún tema es una clara exasperación transmitida a través de la voz, la guitarra, el bajo y la potente batería.
En cuanto a las letras, igual que sus melodías, algunas son más optimistas que otras, aunque en general denotan una crudo sentimiento de rechazo ante la crueldad del mundo y la aceptación de tener que marcharse. Frases como “How could you cry for me?/ Cause’ I don’t feel bad about it/So shut your eyes/Kiss me goodbye”, “The hardest part of this is leaving you” o “Mama, we are all gonna die” recogen el tono de un álbum oscuro pero realista.
Especial mención a Teenagers, un himno para todos los que hemos sido adolescentes enfadados con el mundo intentando alejarnos de lo convencional en un mundo lleno de estándares.
Way se encargó de tratar todos los detalles artísticos alrededor del concepto del disco como los uniformes que utilizaron en la gira "The Black Parade World Tour", siendo estos unos trajes negros muy parecidos en forma a los que de los Beatles en Sgt Pepper. A ello se le sumó el maquillaje gótico y, perdonadme, "emo" de la formación. Los conciertos planeados para aquella gira se agotaron en poco tiempo y unió personas de todas las edades, especialmente jóvenes.
Sin embargo, no todo fueron buenas noticias para la banda. Sus mensajes alrededor de la búsqueda en el sentido de la vida y, sobretodo, de la muerte no siempre les trajo entendimiento por parte de sus oyentes y en 2008 Hannah Bond, una estudiante británica, y muy fan de la banda, de 13 años se suicidó tras haberles dicho a sus padres que quería matarse. El hecho que fuese seguidora de la formación incendió enseguida la polémica sobre si las letras e imagen, en general, del grupo eran la adecuada. Este planteamiento fue especialmente avivado por el periódico británico The Daily Mail que denunció que el grupo hiciera apología del suicido y fuera una mala influencia. La banda se defendió declarando que eran anti-violencia y anti-suicidio y que, de hecho, sus letras pretendían servir de esperanza a quién estuviese pasando un momento vital complicado. Si bien debo discrepar un poco con esta idea, ya que es innegable que algunas de las letras tratan de banalizar la muerte; es cierto que no es culpa de ellos que algunas personas no puedan distinguir el punto del mensaje.
Sea como sea, a partir de The Black Parade, los Chemical entraron en muchas casas, se asentaron en la industria y agolparon millones de fans a las puertas de sus conciertos. Su música ha perdurado con los años, ha seguido curando almas rotas y despertado esperanza en quiénes buscan consuelo. Incluso en aquellos que insistían en odiarles, han acabado queriéndoles a su manera, como en el Festival de Reading en 2006 dónde los fans de Slayer les abuchearon por ser cabeza de cartel pero acabaron cantando con ellos el sencillo que da nombre al disco.
Así son los Chemical y a pesar de que su momento ya pasó, desde aquí seguimos recordándoles como el ancla que mantuvo a muchos en distintos momentos de la vida.

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