05 de octubre de 2024                                                                                                                                                                                                                                      Judit Vidal 

La maestría de Robe llega a Barcelona

Ayer, día 5 de octubre, Robe y su banda aterrizaron en el parque del Fórum de la ciudad condal para deleitarnos con el que sería casi de los últimos conciertos de su gira Ni santos ni inocentes, que sujeta a su cuarto álbum de estudio: Se nos lleva el aire (2024).  

Empezando un poco más tarde de lo previsto, el artista y su hipnótica banda hicieron un buen repaso a lo largo del recorrido musical del cantante, teniendo en cuenta tanto temas reconocidos y rockeros de Extremoduro, la banda que lo catapultó a la fama, como temas más sinfónicos de esta nueva era que empezó en 2015.  

En la primera parte del concierto, pues hizo una pausa de 20 minutos, el grupo seleccionó temas más lentos e intimistas como Destrozares, Y rozar contigo, Guerrero o Puntos Suspensivos, que pertenecen a álbumes anteriores y al actual de la formación y que fueron de introducción para la adrenalina que se avecinaba posteriormente.  

Muy cercanos al público y con un Robe igual de imponente que en sus inicios, la velada cedió espacio a muchas de las características del artista en directo como los mensajes críticos y concisos, en este caso dedicando Nana Cruel a los menores en Gaza, o defendiendo el catalán de un forma más sutil pero preciosa con un cover de La sequía de Albert Pla; o con poemas introductorios a algunas piezas como Un hombre pájaro exponiendo que, esa misma mañana, había despertado sintiéndose un ave negro con pico naranja. Ya sabemos como de espiritual puede ser Robe a veces.  

Fue a partir de Nana Cruel que el grupo viajó al pasado y regaló a sus asistentes temas inolvidables de Extremo como Dulce introducción al caos, Golfa o Segundo Movimiento: Lo de fuera con unos solos de guitarra impecables y el valor añadido de un impresionante violín, que si bien no pertenece al sonido de aquella mítica banda, encajó perfectamente en el puzzle instrumental preparado para el concierto.  

Hablando de la banda, a medida que avanzó el concierto se hicieron más protagonistas, con un magnético solo de batería al iniciar la segunda parte o la incorporación de un keytar por parte del teclista. Sin olvidar el tan representativo sonido de saxo. Todo este talento atado a la torrencial voz de Robe que se paseó por las canciones sin ninguna dificultad, como si no hubiese pasado el tiempo.  

Junto con un público que los sujetó durante las casi 3 horas y media de velada, había coreadas divididas en según qué temas, estaba claro que se mezclaron fans de distintas épocas del artista, o de todas. Lo que es indudable es que el cacereño ha sido capaz de unir etapas en una música que no deja indiferente a nadie, que es cruel, analítica y conmovedora en todas sus facetas. Una cualidad que ha sabido transmitir a la perfección en los directos, repertorios de los cuáles cambia en cada show, lo cuál es de admirar aún más si cabe.  

Debe reconocerse que, aún así, hay temas de los que nunca se olvida porque son determinantes de toda una generación de jóvenes y no tan jóvenes como Salir, el mítico himno de fiesta de Extremo y que levantó el ánimo de todo asistente después de algún parón entre canción y canción demasiado extenso.  

Ya casi al final del concierto, el artista se despedía con la brillante Nada que perder del último álbum y la mítica Ama, ama, ama y ensancha el alma a modo de moraleja final del espectáculo, lanzando un mensaje claro y con el amor protagonista por encima de todo, pues "puede que mañana no nos quede nada". 

En resumen, una velada que no se dejó ningún estado emocional por tocar, viajando entre la alegría, el rencor, las ganas de bailar o la nostalgia como base a un músico que siempre da todo por su público, que se arriesga en cada directo y que aseguró que no tiene nada que perder.

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